viernes, 22 de abril de 2022

COMUNICADO A LA OPINION PÚBLICA NACIONAL E INTERNACIONAL

Pueblo Colombiano, el Movimiento Social Afrocolombiano MSA, manifiesta su profunda preocupación con los últimos hechos que han venido sucediendo en relación con las manifestaciones racistas y xenófobas en contra de la candidata a la vicepresidencia de la República Francia Márquez Mina.

Este tipo de manifestaciones corrobora una vez más que la lucha por la igualdad y equidad de las organizaciones afrocolombianas tiene una razón de ser, y que nuestra nación a pesar de haber reconocido su diversidad étnica y multicultural, está lejos de ser una nación libre de prejuicios, racismo y discriminación, en tanto persistan el mancillamiento, exclusión y menosprecio hacia de la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera (Población Afrocolombiana).

Desde el MSA y las organizaciones de la Población Afrocolombiana, rechazamos tajantemente este tipo de manifestaciones racistas provengan de cualquier sector de la sociedad y sobre todo de quiénes creen que con utilizando un lenguaje racista van a acallar el tránsito hacia una nación más igualitaria.

Nuestro pueblo se une en defensa y protección no solamente de esta lideresa quién encarna una justa lucha sino de todos aquellos que hoy buscan una representación digna para el pueblo afrocolombiano y seguiremos atento al transcurrir de las distintas manifestaciones y situaciones para denunciar ante las autoridades colombianas los hechos que correspondan.

En ese mismo sentido hacemos un llamado a la comunidad internacional para que haga seguimiento y tome acciones conducentes para que este sistema de campaña negativa se detenga. Por una sociedad verdaderamente incluyente y antirracista.

MOVIMIENTO SOCIAL AFROCOLOMBIANO

Colombia, abril de 2022

Comunicado a la Opinion Publica de Piedad Cordoba

COMUNICADO A LA OPINIÓN PÚBLICA

Por PIEDAD ESNEDA CÓRDOBA RUIZ. Senadora Electa Pacto Histórico

Medellín, 20 de abril de 2022

Ante el llamamiento de nuestro candidato presidencial Gustavo Petro Urrego me permito informar a mis compañeras y compañeros de bancada parlamentaria del Pacto Histórico, a los partidos y movimientos políticos que lo conformamos y al pueblo colombiano en general, que:

1. Acepto la solicitud de suspensión de mis actividades dentro de la campaña presidencial. Nada más lejano a mi interés que ser usada como excusa por los enemigos de la democracia para que se empañe nuestra inminente victoria electoral. Me mantengo como parte del Pacto Histórico, convencida de que es la opción para sacar al país de la profunda crisis actual e invito a todos los sectores sociales y ciudadanos que se sientan identificados con mi trayectoria y accionar político a continuar indeclinables en el apoyo a la fórmula presidencial de Gustavo Petro y Francia Márquez.

2. Reitero mi disposición expresada en carta pública del pasado 15 de marzo a acudir ante la Comisión de Ética del Pacto Histórico a ejercer mi derecho a la defensa ante la persecución política desatada en mi contra por los enemigos del cambio. Solicito que mi comparecencia tenga PLENA PUBLICIDAD, siendo abierta al público y a los medios de información que han pretendido por enésima ocasión enlodar mi buen nombre y cercenar mi derecho a hacer política. Estoy segura que mi inocencia y mi carácter de perseguida política van a ser reconocidos nuevamente como en todos los episodios anteriores  documentados ante las autoridades pertinentes.

3. Presentarme ante las instancias de nuestra coalición, en el marco de los acuerdos programáticos es mi deber y mi derecho. Por ello exhorto a todos y todas, los que formando parte del Pacto Histórico, puedan ser objeto de rumores, acusaciones o investigaciones legales en curso, a hacer lo mismo dando muestra de transparencia a diferencia de las otras candidaturas presidenciales, y para no servir a intereses Non Sanctos que pretenden debilitar nuestra campaña presidencial y minar nuestra capacidad de gobierno.

4. Como es de público conocimiento mi hermano Álvaro se encuentra privado de su libertad con fines de extradición por una acción de entrampamiento orquestada por agentes de la DEA para afectar la campaña electoral del Pacto Histórico, como ha denunciado el mismo Gustavo Petro. En mi calidad de abogada y haciendo uso de mi tarjeta profesional he visitado su sitio de reclusión durante este año, pero ninguna otra penitenciaria. Álvaro tiene derecho a su presunción de inocencia y a ser juzgado acorde a las leyes colombianas, por lo que lo he respaldado familiar y legalmente, pero ello no implica ningún acuerdo clientelar con capos del narcotráfico para conseguir apoyo electoral, ni para ofrecer promesas incumplibles; máxime si se habla de privados de libertad en cárceles distintas a La Picota. No he negociado nada a nombre del Pacto Histórico, ni de Gustavo Petro.

5. Advierto, que quienes han enviado a elaborar notas periodísticas cargadas de difamaciones continuaran su guerra sucia contra el Pacto Histórico, contra mi persona y mi familia, independientemente de mis acciones. La persecución no es por hacer campaña sino por lo que programáticamente defendemos. Prueba lamentable de ello en el marco de la actual guerra jurídica en nuestra contra es la inminente construcción de un testimonio para incriminar a nuestro candidato presidencial, como lo viene preparando la Coronel Lombana, quien ahora se encuentra en diligencia judicial en España.

6. Aprovecho para recordar a la Fiscalía General de la Nación que el pasado 7 de marzo solicité mediante derecho de petición, que se me informe sobre seguimientos, interceptaciones legales o investigaciones en mi contra, sin obtener respuesta alguna hasta la fecha. Esta omisión a mi derecho constitucional me ha impedido esclarecer las acusaciones y rumores ante las autoridades, así como ejercer mi derecho a la legítima defensa. La claridad solicitada a la Fiscalía es urgente, máxime cuando medios de información señalan que estoy siendo seguida por organismos de inteligencia sin poder verificar su legalidad, hechos por los que ya ha sido condenado el Estado colombiano y por los que sigo a la espera de ser resarcida.

7. Independientemente de lo que suceda continúo mi lucha por la paz, la soberanía de Colombia y la integración latinoamericana. Sin paz y unidad continental -tal como lo conspiran poderes extranjeros y sus agentes en Colombia y la región - no hay posibilidad alguna de cambio real o gobierno alternativo en nuestro país. No me han arredrado el secuestro ni los crímenes de Estado cometidos en mi contra, no lo hará ahora la especulación de unas supuestas pruebas recién editadas, que en 14 años no ha podido fabricar mi persecutora la Coronel Lombana. Esta palenquera de la política prolongará su batallar.
PIEDAD ESNEDA CÓRDOBA RUIZ

Senadora Electa Pacto Histórico

miércoles, 20 de abril de 2022

Escrutinio al racismo

Por: Arleison Arcos Rivas

Agazapados en el anonimato de las redes sociales, las y los racistas solían lanzar, de rato en rato y casi todos los días, frases e improperios soterrados, asegurando su total impunidad tras el uso de fotografías falsas y avatares en perfiles sin nombres ni indicaciones de referencia. Por estos días, sin embargo, se han descarado; mejor dicho, se han dejado ver la cara, evidenciando que periodistas, cantantes, políticos y gentes del común alimentan a una fiera que ruge y ataca por todos los flancos, sin misericordia alguna, contra sujetos discriminados.

Si bien en Colombia existe la ley 1482 de 2011 y la modificatoria 1752 de 2015, con las que la institucionalidad ha procurado asegurar “la protección de los derechos de una persona, grupo de personas, comunidad o pueblo, que son vulnerados a través de actos de racismo o discriminación”, los ataques, agresiones, acusaciones, insultos y actos contrarios a la dignidad de las personas racializadas y discriminadas no cesan; evidenciando el marcado desinterés de las autoridades en judicializar este comportamiento, y la despreocupada frecuencia con la que la sociedad lo disculpa.

La ley identifica como acto discriminatorio todo evento motivado por “razones de raza, etnia, religión, nacionalidad, ideología política o filosófica, sexo u orientación sexual, discapacidad y demás razones de discriminación”. De igual manera, agrava la consideración del hostigamiento por motivos étnicos, culturales, religiosos, políticos, ideológicos y xenófobos. Aún así, los agentes judiciales suelen descartar la persecución a estos hechos alegando que constituyen experiencias subjetivas en las que las denuncias no revisten las formalidades delictivas típicas y se basan fundamentalmente en “expresiones grotescas y de mal gusto”, “sacadas de contexto”. Por ello, así se avance en denuncias y condenas, también aparecen las absoluciones con las que se niega responsabilidad penal por tales afrentas, considerando como atenuante punitiva la retractación de los sindicados, exculpándose públicamente.

Por ello, como afirmamos en una columna anterior, “mi amigo el negrito”, el racismo institucional se alimenta constantemente ante la complacencia social para tolerarlo y la ineficiencia estatal para perseguirlo.

Reitero: Aunque no existe un libreto racializado, se operan y ponen en juego las características del racismo institucional cuando un individuo o un conjunto de ellos, investidos del reconocimiento público que genera el acceso a un micrófono, la designación como representante, la suntuosidad figurativa en redes sociales, espacios de entretenimiento o escenarios interactivos, la ostentación de un cargo burocrático, el uso de un uniforme, o la prestación de servicios en nombre del Estado. En todos esos casos, cuando un sujeto se expresa o manifiesta de modo tal que sus acciones u opiniones son percibidas como abiertamente discriminatorias, ¡eso es lo que hay!

En pleno proceso electoral no sólo emerge el racismo como tema en los discursos de las y los candidatos a presidente y vicepresidente. También aparecen los improperios, insultos, amenazas y mensajes cargados de rencor, odio e indignidad, en los que se expone con total indiscreción y animosidad el peso discriminatorio del trato desproporcionado e hiriente.

Así ha ocurrido, uno tras otro, en tres acciones en las que Francia Márquez fue convertida en objeto del escarnio racial por una periodista en un medio radial, una cantante de música popular y un Senador posando equivocadamente de defensor; a lo que se suman las graves palabras de hostigamiento proferidas por un político que preside el Senado.

Imágenes frecuentes en las que se compara a una persona afrodescendiente con un orangután o un simio, se reiteran ahora para exponer ideologías de odio que, amplificadas por el efecto multiplicador de las redes sociales y los medios informativos masivos, reinciden en la exposición enfermiza y lesionante de tales expresiones y actuaciones, sin que resulte contundente la inspección moral y la consecuencia legal contra tan frecuentes y contagiosos agresores.

Por ello, en cada acto discriminatorio no sancionado, se eleva la percepción de que el mismo resulta consentido y permitido; quedando igualmente expuesta la hipocresía y doble moral de quienes se manifiestan contra el tratamiento penal de tales expresiones de odio. De ahí que “muy tocados”, “se quejan por nada”, “pero siempre les han dicho así”, “parecen de cristal”, “ya no se les puede decir nada” y afirmaciones semejantes, se repitan en miles de entradas, trinos y cadenas. Pese a la reiteración e incremento de agresiones semejantes, no se eleva el consenso simbólico y legal explícito que evidencie la oposición social a toda forma supremacista, segregacionista y prejuiciosa que reincide en el menoscabo de la dignidad humana y condena a muchos a vivir en un infierno discriminatorio permanente.

El escrutinio sobre tales prácticas no puede ser voluntarioso. Por lo contrario, debe radicalizarse y volverse cotidiano, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. 

miércoles, 13 de abril de 2022

¡Obviamente, en Colombia sí existe el racismo!

Articulo en  El Tiempo Aqui

Por: Haidy Sánchez Mattsson11 de abril 2022

¡Claro que sí existe el racismo en Colombia! Está impregnado en las entrañas de la sociedad. Incluso, existen problemas en nuestro país vinculados directamente a la discriminación racial. Pero esto es un problema que la sociedad colombiana no acepta, se lava las manos y, con infantilismo, trata de minimizar.

La lucha contra la discriminación racial es una de las grandes tareas que Naciones Unidas ha emprendido, basándose en la gran desgracia mundial de las últimas décadas, relacionadas con el apartheid. La ONU se ha pronunciado contundentemente y tratado de sensibilizar a la opinión pública mundial respecto a los grandes peligros y las graves consecuencias que ocasionó el apartheid, pero además sobre las secuelas que deja la segregación en las personas y grupos sociales que son víctimas de este hecho. Sin embargo, los colombianos ni siquiera nos damos por enterados.

Es de agregar que, en Colombia, el reconocimiento a las comunidades afrocolombianas a través de la Ley 70 de 1993, donde se abre un camino claro y contundente hacia la plena ciudadanía de esta población tras la abolición de la esclavitud, ha sido algo significativo. Esta ley ha permitido la lucha por la dignidad de este colectivo desde otro ángulo, pero, indiscutiblemente, no ha sido suficiente, pues el racismo aún sigue vigente y se ha acentuado ahora más que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de expresiones y actitudes racistas hacia algunos políticos afrocolombianos, ahora que hay una significativa representación de estos en las candidaturas vicepresidenciales y empiezan a destacarse en un escenario que les ha sido esquivo.

La realidad en Colombia es que es un país dominado política, económica y mediáticamente por una élite de tez clara, no obstante ser una mezcla de indígenas, europeos y africanos. Aun así, muchos de ellos se consideran de raza aria y se ven como seres superiores. En efecto, son muchos de estos —no todos— los que tratan, a como dé lugar, de usar un lenguaje racializado, enfatizando en las diferencias étnicas y dejando el mensaje de que los negros y los indígenas son seres inferiores. Lo más indignante es que cuando las víctimas rechazan este tipo de agresión, se les tilda de resentidos y resentidas sociales.

El racismo aún sigue vigente y se ha acentuado ahora más que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de expresiones y actitudes racistas hacia algunos políticos afro.

En Colombia, la intolerancia y la violencia racial que se genera en las redes sociales ha alcanzado unos niveles exorbitantes, superando así todos los límites. Lo único positivo de todo esto es que se corrobora el grado tan grande de miedo, ignorancia y desconocimiento sobre los grupos minoritarios y culturas existentes en el país. Algo paradójico, porque según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane, 2018), 4’671.160 personas se reconocen como afrodescendientes (9,34 %) y 1’905.617 personas como indígenas (4,4 %).


Literalmente hablando, el territorio colombiano está conformado por diferentes etnias y, se quiera o no, ninguna tiene más derecho que la otra, independientemente de su representación estadística en el país.

Insisto, para muchos colombianos es difícil asimilar la increíble revolución racista que el país está viviendo actualmente. Ver cómo afloran diversas clases de racismo, todos iguales de dañinos y peligrosos para una sociedad extremadamente polarizada e históricamente violenta como es la nuestra, es algo realmente alarmante.

Hay un ramillete de discriminación. Se percibe desde el racismo frentero, abierto, descarado y agresivo, como el que la conocida cantante colombiana Marbelle ejerció por estos días, donde insulta y violenta la integridad y dignidad de la candidata vicepresidencial afrocolombiana Francia Márquez, hasta el racismo camuflado, como el que la periodista radial Paola Ochoa y sus compañeros de la mesa de trabajo protagonizaron hace unas pocas semanas, también hacia Márquez. Cabe resaltar que la periodista se retractó y aseguró que la malinterpretaron, pero el comentario “más mona, más maja y más estrato seis” no deja de tener un significado racista.

Pero aún más nefasto es la negación de esta realidad o el uso de eufemismos a través de bromas, como el que utilizó el personaje humorístico Juanpis contra el influenciador y aspirante a la Cámara de Representantes por una curul afro Miguel Polo. A pesar de que el humorista se escuda en la ‘sátira’, son comentarios que siguen abultando la grave problemática racial del país.

Es indiscutible que hay una negación enorme del racismo en Colombia. Por más leyes que se promulguen e intentos de sensibilización de la opinión pública se haga, el legado del colonialismo y la historia de la esclavitud siguen extremadamente latentes.

Personajes influyentes de la farándula, los medios de comunicación, políticos y el colombiano del común siguen incitando al odio, a la aversión a las diferencias étnicas y culturales, cometiendo delitos raciales. Ellos saben muy bien que las palabras tienen un significado y una carga de valores durante la historia. De igual modo, saben que al lanzar expresiones racistas sí hay una intencionalidad clara de denigrar, creando así estereotipos negativos asociados a la raza. Muchos de estos ciudadanos con ínfulas de raza aria, sin lugar a duda, tienen un esquema mental rígido, obsoleto y mandado a recoger. Esquema mental que le causa mucho daño a la sociedad colombiana.

Por suerte, son más las personas incluyentes en Colombia que se niegan a dividir, categorizar y ahondar aún más esta crisis que las que se empeñan en continuar; pero aun así, hay mucho camino por recorrer en esta sociedad para lograr que los estereotipos raciales y la brutal discriminación desaparezcan en todas sus formas.

Los flagelos del racismo y la discriminación se pueden combatir, y la mejor vía para lograrlo es con el reconocimiento de la existencia de estos. Adicionalmente, se debe brindar educación multicultural y de ética ciudadana, abordar y no aceptar la doble moral existente, propiciar una atmósfera de aceptación de las diferencias y fortalecer y hacer cumplir la legislación actual contra el racismo.

Recordemos que una sociedad consciente puede señalar, repudiar, hacer control de estos actos irrespetuosos y empezar a practicar la sanción social para todos los racistas. 

El racismo colombiano salió del closet y está en campaña política

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Claudia Mosquera Rosero-LabbéPh. D. en Trabajo Social, directora del Grupo de Investigación Sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos Ambientales y Racismo en las Américas Negras (Idcarán), Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede de La Paz

Todos los discursos racistas escuchados hasta ahora buscan que Francia Márquez dude de sus capacidades para devolverla al lugar subalternizado que la instituyó como incapaz de jalonar procesos de transformación social para las “mayorías minorizadas”. La sabiduría para responder a los ataques ha sido sorprendente.

En Colombia, como en otros países latinoamericanos y caribeños, se niega de manera sistemática el enquiste del racismo en la vida cotidiana, en las instituciones estatales, en las estructuras económicas, y poco se acepta la existencia de geografías racializadas tanto en lo rural como en lo urbano en donde las vidas humanas y las esperanzas de las personas y familias negras parecieran sin valor, al no ser depositarias de derechos sociales fundamentales y sometidas a las violencias, devastaciones y despojos del capital de manera cíclica o perpetua. Allí están los datos que expresan el racismo estructural: la gente de ascendencia africana tiene menos años esperanza de vida, menos posibilidades de ingreso al sistema educativo, y las juventudes afrodescendientes mayores posibilidades de muertes violentas. 

Para esconder el racismo, las élites se han aferrado a la ideología del mestizaje y al mito de la igualdad formal y de la no discriminación republicana liberal. En algunos momentos los grupos sociales beneficiarios de la ideología del mestizaje llaman a la bestia, le permiten salir del closet, la desatan y le piden restablecer las relaciones raciales hegemónicas que justifican las desigualdades, le recomiendan que memoricemos que la acumulación de capital tiene una asimetría racial estructurante. 

Ante la presencia de una mujer negra cimarrona en la escena público-política, el racismo se hizo invitar a estas extenuantes elecciones a Congreso, consultas interpartidistas y escogencia de una fórmula presidencial. 

Las personas insertas en el mundo alterno que han creado las redes sociales han sido testigas –y en ocasiones protagonistas– de la circulación de todas las aristas de la gramática racial criolla pese al encubrimiento del que goza el racismo desde hace siglos, haciendo daños en total impunidad, complicidad y silencio. 

También observamos un repudio ético hacia los discursos racistas que han inundado la esfera pública por parte de personas muy activas en las redes sociales, pero han sido los columnistas de diarios no hegemónicos, de provincia, los primeros en reaccionar para desaprobar y denunciar esta gramática deshumanizante.

El discurso racista como dispositivo para frenar el fenómeno político Francia Márquez   

Hubo que esperar 30 años para que una personalidad del talante de Francia Márquez irrumpiera en el escenario público representando a las nuevas subjetividades políticas que emergieron con el desarrollo de la Constitución de 1991. 

Francia Márquez es el bálsamo que necesitaba Colombia después de la pandemia por COVID-19, la cual desnudó la crudeza de las desigualdades socioterritoriales en el acceso a salud y en el número de hogares que quedaron aún más vulnerabilizados ante la pérdida de ingresos formales e informales para las familias. Es la articuladora de lo que el Paro Nacional significó para repensar un nuevo contrato social sin uribismo. 

La conexión que tiene Francia con un amplio espectro de sectores sociales es innegable. Está sintonizada con los pueblos o grupos históricamente excluidos, las diversidades sexuales, las mujeres racializadas o mestizas empobrecidas, las juventudes de las barriadas, universitarios politizados, milennials, con las personas vinculadas al arte, con gestores culturales y comunitarios, con campesinos, artesanos, trabajadores informales y con ambientalistas, con las clases medias y altas progresistas, entre otros. En últimas con todos aquellos que entienden la necesidad de juntar las diversas luchas por la vida hasta que la dignidad se vuelva costumbre, pensamiento y práctica cotidiana e institucional. 

¿Si Francia Márquez no ocupara el lugar que hoy tiene en la escena público-política recibiría las injurias racistas que hemos escuchado y leído en los últimos meses?, la respuesta es sí. El racismo, aunque se niega a sí mismo para pasar por debajo del radar de las relaciones sociales, es un sensor que siempre reacciona en donde detecta un cuerpo negro generizado, sexuado y con una clase social a cuestas. 

Lo que diferencia los nuevos ataques racistas que recibió cuando formaba parte de la Consulta, y hoy como candidata a la Vicepresidencia por el Pacto Histórico, radica en que estos buscan callar, distraer, distorsionar su pensamiento político y el proyecto de transformación social en el que ella participa; busca agotarla, extenuarla, minar su extraordinaria energía, inteligencia, carisma, capacidad de inspirar y de transmitir esperanza a una sociedad para que sea más sensible y que actúe de manera activa ante los grandes desafíos que hoy nos unen: la política de y para la vida, el presente y futuro de las nuevas generaciones, las crisis climáticas, la potenciación bioeconómica, social y política de las regiones, el reconocimiento de las geografías regionales y culturales como fuentes de prosperidad, y frenar la necropolítica que se desarrolla en los “territorios-laboratorios” del Estado y del capital, y que son los escenarios de muertes, llantos y miedos. 

Todos los discursos racistas escuchados hasta ahora buscan que Francia Márquez dude de sus capacidades, para devolverla al lugar subalternizado que la instituyó como incapaz de jalonar procesos de transformación social para las “mayorías minorizadas”. La sabiduría para responder a estos ataques ha sido sorprendente. Una mujer curtida en la resistencia de los pueblos ante el capital arrasador de la vida y de la naturaleza sabe que el racismo es un dispositivo para frenar la disputa del poder político del Estado para la vida sabrosa y dignificada. 

Francia es el producto de un largo proceso histórico-político que se configuró en los territorios de libertad de los africanos que llegaron y de sus descendientes, espacios habitados por seres humanos que renacieron y que reconstruyeron innumerables conocimientos y prácticas políticas situadas, que se convirtieron en los defensores de la vida, que crearon etno-tecnologías, que se hermanaron con la biodiversidad para llenar de culturas la naturaleza e inventaron una eficaz ontología comunitaria. 

 

Tales espacios crearon vigorosas naciones culturales alternas al Estado-nación, y crearon además palabras en un lenguaje decolonial que amasija los afectos, las emociones  y la vida renacida después de semejante travesía transatlántica: juntanza, muntu, uramba, revulú, kuagro, malungaje, mayora y un largo etc. En estas naciones culturales siempre han cohabitado los pueblos indígenas y todas las culturas campesinas, por ello no es de extrañar la fraternidad interpretativa que existe entre estos grupos sociales y Francia Márquez. 

Ella ha sido y seguirá siendo atacada por todo lo que ella representa: a las mujeres verracas, inteligentes y trabajadoras de este país, a las que les cabe en la cabeza un proyecto que reconoce que somos lo que construimos mediante mandatos sociales colectivos (soy porque somos) desde abajo, que están anclados en la larga historia por la dignificación de la humanidad, en la capacidad de renacer después de las grandes adversidades y por ende de construir sociedades en donde las violencias y las muertes nos sean la regla sino la excepción. 

El costo de todo esto es la racialización de su ser y de su pensamiento político que abarca e interpreta a un amplio espectro de deseantes del vivir sabroso como seres humanos. Aché y larga vida para Francia Márquez Mina. Voz 1: ¿De qué Minas? De los Minas de Suárez Cauca. Voz 2: también de los del Fuerte Elmina

30 años de ley 70 y retos del movimiento afrocolombiano

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