Articulo en El Tiempo Aqui
Por: Haidy Sánchez Mattsson. 11 de abril 2022
¡Claro que sí existe el racismo en
Colombia! Está impregnado en las entrañas de la sociedad. Incluso, existen
problemas en nuestro país vinculados directamente a la discriminación racial.
Pero esto es un problema que la sociedad colombiana no acepta, se lava las
manos y, con infantilismo, trata de minimizar.
La lucha contra la discriminación racial
es una de las grandes tareas que Naciones Unidas ha emprendido, basándose en la
gran desgracia mundial de las últimas décadas, relacionadas con el apartheid.
La ONU se ha pronunciado contundentemente y tratado de sensibilizar a la
opinión pública mundial respecto a los grandes peligros y las graves
consecuencias que ocasionó el apartheid, pero además sobre las secuelas que
deja la segregación en las personas y grupos sociales que son víctimas de este
hecho. Sin embargo, los colombianos ni siquiera nos damos por enterados.
Es de agregar que, en Colombia, el reconocimiento a las comunidades
afrocolombianas a través de la Ley 70 de 1993, donde se abre un camino claro y
contundente hacia la plena ciudadanía de esta población tras la abolición de la
esclavitud, ha sido algo significativo. Esta ley ha permitido la lucha por la
dignidad de este colectivo desde otro ángulo, pero, indiscutiblemente, no ha
sido suficiente, pues el racismo aún sigue vigente y se ha acentuado ahora más
que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de expresiones y actitudes
racistas hacia algunos políticos afrocolombianos, ahora que hay una
significativa representación de estos en las candidaturas vicepresidenciales y
empiezan a destacarse en un escenario que les ha sido esquivo.
La realidad en Colombia es que es un país dominado política, económica y
mediáticamente por una élite de tez clara, no obstante ser una mezcla de
indígenas, europeos y africanos. Aun así, muchos de ellos se consideran de raza
aria y se ven como seres superiores. En efecto, son muchos de estos —no todos—
los que tratan, a como dé lugar, de usar un lenguaje racializado, enfatizando
en las diferencias étnicas y dejando el mensaje de que los negros y los
indígenas son seres inferiores. Lo más indignante es que cuando las víctimas
rechazan este tipo de agresión, se les tilda de resentidos y resentidas
sociales.
El racismo aún sigue vigente y se ha
acentuado ahora más que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de
expresiones y actitudes racistas hacia algunos políticos afro.
En Colombia, la intolerancia y la violencia racial que se genera en las redes sociales ha alcanzado unos niveles exorbitantes, superando así todos los límites. Lo único positivo de todo esto es que se corrobora el grado tan grande de miedo, ignorancia y desconocimiento sobre los grupos minoritarios y culturas existentes en el país. Algo paradójico, porque según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane, 2018), 4’671.160 personas se reconocen como afrodescendientes (9,34 %) y 1’905.617 personas como indígenas (4,4 %).
Literalmente hablando, el territorio colombiano está conformado por diferentes
etnias y, se quiera o no, ninguna tiene más derecho que la otra,
independientemente de su representación estadística en el país.
Insisto, para muchos colombianos es difícil asimilar la increíble revolución
racista que el país está viviendo actualmente. Ver cómo afloran diversas clases
de racismo, todos iguales de dañinos y peligrosos para una sociedad extremadamente
polarizada e históricamente violenta como es la nuestra, es algo realmente
alarmante.
Hay un ramillete de discriminación. Se percibe desde el racismo frentero,
abierto, descarado y agresivo, como el que la conocida cantante colombiana
Marbelle ejerció por estos días, donde insulta y violenta la integridad y
dignidad de la candidata vicepresidencial afrocolombiana Francia Márquez, hasta
el racismo camuflado, como el que la periodista radial Paola Ochoa y sus
compañeros de la mesa de trabajo protagonizaron hace unas pocas semanas,
también hacia Márquez. Cabe resaltar que la periodista se retractó y aseguró
que la malinterpretaron, pero el comentario “más mona, más maja y más estrato
seis” no deja de tener un significado racista.
Pero aún más nefasto es la negación de esta realidad o el uso de eufemismos a
través de bromas, como el que utilizó el personaje humorístico Juanpis contra
el influenciador y aspirante a la Cámara de Representantes por una curul afro
Miguel Polo. A pesar de que el humorista se escuda en la ‘sátira’, son
comentarios que siguen abultando la grave problemática racial del país.
Es indiscutible que hay una negación enorme del racismo en Colombia. Por más
leyes que se promulguen e intentos de sensibilización de la opinión pública se
haga, el legado del colonialismo y la historia de la esclavitud siguen
extremadamente latentes.
Personajes influyentes de la farándula, los medios de comunicación, políticos y
el colombiano del común siguen incitando al odio, a la aversión a las diferencias
étnicas y culturales, cometiendo delitos raciales. Ellos saben muy bien que las
palabras tienen un significado y una carga de valores durante la historia. De
igual modo, saben que al lanzar expresiones racistas sí hay una intencionalidad
clara de denigrar, creando así estereotipos negativos asociados a la raza.
Muchos de estos ciudadanos con ínfulas de raza aria, sin lugar a duda, tienen
un esquema mental rígido, obsoleto y mandado a recoger. Esquema mental que le
causa mucho daño a la sociedad colombiana.
Por suerte, son más las personas incluyentes en Colombia que se niegan a
dividir, categorizar y ahondar aún más esta crisis que las que se empeñan en
continuar; pero aun así, hay mucho camino por recorrer en esta sociedad para
lograr que los estereotipos raciales y la brutal discriminación desaparezcan en
todas sus formas.
Los flagelos del racismo y la discriminación se pueden combatir, y la mejor vía
para lograrlo es con el reconocimiento de la existencia de estos.
Adicionalmente, se debe brindar educación multicultural y de ética ciudadana,
abordar y no aceptar la doble moral existente, propiciar una atmósfera de
aceptación de las diferencias y fortalecer y hacer cumplir la legislación
actual contra el racismo.
Recordemos que una sociedad consciente puede señalar, repudiar, hacer control
de estos actos irrespetuosos y empezar a practicar la sanción social para todos
los racistas.
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