miércoles, 13 de abril de 2022

¡Obviamente, en Colombia sí existe el racismo!

Articulo en  El Tiempo Aqui

Por: Haidy Sánchez Mattsson11 de abril 2022

¡Claro que sí existe el racismo en Colombia! Está impregnado en las entrañas de la sociedad. Incluso, existen problemas en nuestro país vinculados directamente a la discriminación racial. Pero esto es un problema que la sociedad colombiana no acepta, se lava las manos y, con infantilismo, trata de minimizar.

La lucha contra la discriminación racial es una de las grandes tareas que Naciones Unidas ha emprendido, basándose en la gran desgracia mundial de las últimas décadas, relacionadas con el apartheid. La ONU se ha pronunciado contundentemente y tratado de sensibilizar a la opinión pública mundial respecto a los grandes peligros y las graves consecuencias que ocasionó el apartheid, pero además sobre las secuelas que deja la segregación en las personas y grupos sociales que son víctimas de este hecho. Sin embargo, los colombianos ni siquiera nos damos por enterados.

Es de agregar que, en Colombia, el reconocimiento a las comunidades afrocolombianas a través de la Ley 70 de 1993, donde se abre un camino claro y contundente hacia la plena ciudadanía de esta población tras la abolición de la esclavitud, ha sido algo significativo. Esta ley ha permitido la lucha por la dignidad de este colectivo desde otro ángulo, pero, indiscutiblemente, no ha sido suficiente, pues el racismo aún sigue vigente y se ha acentuado ahora más que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de expresiones y actitudes racistas hacia algunos políticos afrocolombianos, ahora que hay una significativa representación de estos en las candidaturas vicepresidenciales y empiezan a destacarse en un escenario que les ha sido esquivo.

La realidad en Colombia es que es un país dominado política, económica y mediáticamente por una élite de tez clara, no obstante ser una mezcla de indígenas, europeos y africanos. Aun así, muchos de ellos se consideran de raza aria y se ven como seres superiores. En efecto, son muchos de estos —no todos— los que tratan, a como dé lugar, de usar un lenguaje racializado, enfatizando en las diferencias étnicas y dejando el mensaje de que los negros y los indígenas son seres inferiores. Lo más indignante es que cuando las víctimas rechazan este tipo de agresión, se les tilda de resentidos y resentidas sociales.

El racismo aún sigue vigente y se ha acentuado ahora más que nunca. Un ejemplo de esto es la explosión de expresiones y actitudes racistas hacia algunos políticos afro.

En Colombia, la intolerancia y la violencia racial que se genera en las redes sociales ha alcanzado unos niveles exorbitantes, superando así todos los límites. Lo único positivo de todo esto es que se corrobora el grado tan grande de miedo, ignorancia y desconocimiento sobre los grupos minoritarios y culturas existentes en el país. Algo paradójico, porque según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane, 2018), 4’671.160 personas se reconocen como afrodescendientes (9,34 %) y 1’905.617 personas como indígenas (4,4 %).


Literalmente hablando, el territorio colombiano está conformado por diferentes etnias y, se quiera o no, ninguna tiene más derecho que la otra, independientemente de su representación estadística en el país.

Insisto, para muchos colombianos es difícil asimilar la increíble revolución racista que el país está viviendo actualmente. Ver cómo afloran diversas clases de racismo, todos iguales de dañinos y peligrosos para una sociedad extremadamente polarizada e históricamente violenta como es la nuestra, es algo realmente alarmante.

Hay un ramillete de discriminación. Se percibe desde el racismo frentero, abierto, descarado y agresivo, como el que la conocida cantante colombiana Marbelle ejerció por estos días, donde insulta y violenta la integridad y dignidad de la candidata vicepresidencial afrocolombiana Francia Márquez, hasta el racismo camuflado, como el que la periodista radial Paola Ochoa y sus compañeros de la mesa de trabajo protagonizaron hace unas pocas semanas, también hacia Márquez. Cabe resaltar que la periodista se retractó y aseguró que la malinterpretaron, pero el comentario “más mona, más maja y más estrato seis” no deja de tener un significado racista.

Pero aún más nefasto es la negación de esta realidad o el uso de eufemismos a través de bromas, como el que utilizó el personaje humorístico Juanpis contra el influenciador y aspirante a la Cámara de Representantes por una curul afro Miguel Polo. A pesar de que el humorista se escuda en la ‘sátira’, son comentarios que siguen abultando la grave problemática racial del país.

Es indiscutible que hay una negación enorme del racismo en Colombia. Por más leyes que se promulguen e intentos de sensibilización de la opinión pública se haga, el legado del colonialismo y la historia de la esclavitud siguen extremadamente latentes.

Personajes influyentes de la farándula, los medios de comunicación, políticos y el colombiano del común siguen incitando al odio, a la aversión a las diferencias étnicas y culturales, cometiendo delitos raciales. Ellos saben muy bien que las palabras tienen un significado y una carga de valores durante la historia. De igual modo, saben que al lanzar expresiones racistas sí hay una intencionalidad clara de denigrar, creando así estereotipos negativos asociados a la raza. Muchos de estos ciudadanos con ínfulas de raza aria, sin lugar a duda, tienen un esquema mental rígido, obsoleto y mandado a recoger. Esquema mental que le causa mucho daño a la sociedad colombiana.

Por suerte, son más las personas incluyentes en Colombia que se niegan a dividir, categorizar y ahondar aún más esta crisis que las que se empeñan en continuar; pero aun así, hay mucho camino por recorrer en esta sociedad para lograr que los estereotipos raciales y la brutal discriminación desaparezcan en todas sus formas.

Los flagelos del racismo y la discriminación se pueden combatir, y la mejor vía para lograrlo es con el reconocimiento de la existencia de estos. Adicionalmente, se debe brindar educación multicultural y de ética ciudadana, abordar y no aceptar la doble moral existente, propiciar una atmósfera de aceptación de las diferencias y fortalecer y hacer cumplir la legislación actual contra el racismo.

Recordemos que una sociedad consciente puede señalar, repudiar, hacer control de estos actos irrespetuosos y empezar a practicar la sanción social para todos los racistas. 

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