martes, 9 de junio de 2020

La pandemia y la discriminación racial contra afrodescendientes

Por Pastor Murillo

La pandemia nos recuerda que el mundo es cada vez más pequeño, que nadie es inmune a las desigualdades y que aún existe la discriminación racial.

Acceso desigual a la salud
La COVID-19 resalta la vigencia del reporte Sociedades justas: equidad en la salud y vida digna (2019), de la Comisión de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Este documento evalúa las causas de las desigualdades y recomienda acciones para mejorar el bienestar de todas las personas en la región sin importar su género, identidad étnica o estatus social.
“En nuestro informe hacemos un llamamiento a la acción para abordar las inequidades en las condiciones de la vida cotidiana a lo largo de todo el curso de la vida, la violencia y el racismo, el clima y el medioambiente, así como los factores estructurales de las inequidades en materia de salud. […] ¿Puede haber un objetivo más importante que crear condiciones propicias para que todas las personas de la región lleven una vida digna y promover, de ese modo, la causa de la equidad en la salud?”. (p. VII)
El reporte de la Comisión se basa en dos mensajes centrales: el mundo es cada vez más pequeño y nadie, absolutamente nadie, es inmune a las desigualdades sociales. Las recientes crisis del ébola fueron un campanazo muy elocuente.
Sociedades justas: equidad en la salud y vida digna tiene especial relevancia ante los efectos desproporcionados de la pandemia entre ciertos grupos históricamente postergados por el racismo. En especial, se destaca la discriminación contra afrodescendientes, que en las Américas representan cerca de un tercio de la población, pero, junto con los indígenas, son el 80 % de los pobres.

Discriminación racial estructural
En 2018 un estudio del Banco Mundial sobre la población afro; entre otras cosas, indicaba que
“La población afrodescendiente tiene niveles significativamente más bajos de escolaridad en la mayoría de los países. En promedio, alrededor de 64% de los miembros de hogares afrodescendientes han completado la educación primaria, frente al 83% de la población no afrodescendiente. Para niveles más altos, solo 30% ha terminado la educación secundaria (frente al 46%) y 5% ha completado la educación terciaria o más (frente al 14%).
Hacemos un llamamiento a la acción para abordar las inequidades en las condiciones de la vida cotidiana
El panorama en salud no es mejor; en efecto, los afrodescendientes suelen tener mayor prevalencia de enfermedades con desenlaces fatales: hipertensión, diabetes, problemas cardíacos, obesidad, anemia falciforme y asma, entre otras. No se trata de una condición genética; sus causas están en las variables sociales que definen el acceso a los servicios de salud y hunden sus raíces en el racismo.

Relaciones entre salud y raza
En 2017, la OPS y el Organismo Andino de Salud estudiaron la salud de los afrodescendientes en países andinos. Sus hallazgos fueron preocupantes:
En el 2012, en Ecuador, los afrodescendientes representaban el 38 % de personas con hipertensión entre los 18 y 59 años; también tenían la mayor prevalencia de diabetes, con un 3,1 %. Hay que tener en cuenta que en este país solo el 7% de la población es afro.
También registraban la mayor prevalencia en anemia falciforme, junto con los indígenas.
En Perú, las enfermedades más frecuentes en este grupo eran la hipertensión arterial (25,3 %), problemas de colesterol (14.1%), diabetes (6.3%) y problemas cardiacos (6%).
La prevalencia de sobrepeso en personas afrocolombianas de 18 a 64 años era del 31,7 %; en los afroperuanos, del 28,4 %. La proporción de obesidad en los afroecuatorianos era del 16,8 %, frente al 7,1 % de prevalencia nacional; en los afroperuanos correspondía al 45,1 % de la población total.
Los afrodescendientes también suelen tener menor esperanza de vida; mayor mortalidad infantil y materna, y las más altas tasas de homicidio y encarcelamiento. En Brasil, por ejemplo, alrededor del 80 % de las muertes por homicidio en jóvenes corresponde a afrodescendientes. En 2018, más de 5000 murieron a manos de la policía. Tan solo en el Estado de Río, entre enero y agosto de 2019, los cuerpos policiales ya habían dado muerte a 1249.
En Cali, Colombia, se estima que la proporción de las muertes violentas de hombres entre 15 y 19 años llega hasta un 80% de víctimas afro. Por su parte, en Estados Unidos, los afrodescendientes son más del 40% de la población carcelaria, pese a que no son siquiera el 13% de habitantes del país.

La COVID-19 tiene color
Como consecuencia de las disparidades en salud, la COVID-19 está afectando de manera desproporcionada a los afrodescendientes. Ellos suelen tener menos seguros de salud, menores ingresos y ahorros; además, están sobrerrepresentados en el sector de los servicios personales, disminuyendo así sus posibilidades de practicar el aislamiento.
Están obligados a realizar el trabajo duro mientras que los demás se quedan en casa. Tales circunstancias son comunes en muchos países; pero, gracias a la disponibilidad de información estadística, las alarmas se han encendido en Estados Unidos; este país registra el mayor número de muertes en el mundo. Brasil, por su parte, se consolida como el epicentro de la pandemia, con impacto desproporcionado entre afrodescendientes e indígenas. En algunos países de Europa la situación tampoco es favorable.

El caso de Estados Unidos
A comienzos de abril y a partir de los datos oficiales de 38 de los 50 Estados, se constató que el número de muertes de este grupo correspondió al 21 % del total nacional.
En algunas zonas, el número de contagios registrados fue tres veces más alto que entre los blancos; el número de muertes, seis veces mayor. Estas son algunas de las cifras locales:
Louisiana —con apenas un 32 % de población afrodescendiente— registró un 70 % de víctimas de COVID-19;
Washington D.C. —con 46% de población afro— arrojó cerca del 60 % de muertes;
En Milwaukee representan el 70 % de los muertos, aunque sean solo el 26 % de la población;
En Michigan, 40 % de los muertos son afro, pero solo son el 14 % de la población;
Chicago, 72 % de los muertos versus el 30 % de la población.
El 28 de mayo, superada la barrera de las 100.000 muertes en todo el país, los afroamericanos sumaban el 23 % de fallecimientos. Así, por ejemplo, el 45,3 % en Alabama, 47,8 % en Georgia, 28,2 % en Illinois, 54,2 % en Louisiana, 52,3 % en Carolina del Sur y el 74,5 % en Washington, D.C.
No podemos respirar: una población desprotegida ante la pandemia
En medio de esta pandemia, el 25 de mayo millones perdieron el aliento al ver casi en tiempo real el asesinato de George Floyd a manos de cuatro policías blancos.
El repudio a este acto es global, y ha sumido a Estados Unidos en una de sus peores crisis tras las luchas contra la segregación racial en la década de los 60, hoy atizada por corrientes de ultraderecha que sueñan con una guerra civil.
Tiene niveles significativamente más bajos de escolaridad en la mayoría de los países
Habrá que esperar el fin de la pandemia para conocer sus consecuencias en todo el continente, si es que se llegan a registrar y publicar datos desagregados de otros países donde la población afro es significativa. Es más, Brasil —que alberga a más del 50 % de los afrodescendiente en América Latina— se proyecta como el próximo epicentro mundial de la pandemia; en Colombia, los habitantes del Pacífico, donde “todo les llega tarde, hasta la muerte”, contienen la respiración mientras observan el aumento exponencial de la pandemia sin las más mínimas condiciones para afrontarla.
n un riesgo frente a la covid-19, en comparación con 
Profundizando el problema
La posibilidad de que muchos países impongan una suerte de pasaporte serológico susceptible de ser controlado mediante arreglos electrónicos nos puede hacer volver a los comienzos del siglo pasado, en pleno auge del racismo, cuando el control migratorio lo ejercían los médicos.
En Colombia, por ejemplo, la política migratoria hasta bien entrado el siglo XX se soportaba en la Ley 114 de 1922: “Prohíbase el ingreso al país de aquellas personas que por sus características culturales o biológicas pudieren atentar contra la pureza de la raza” (artículo 11). En 1928, la Junta de Médicos a cargo de velar por esta norma rechazó a migrantes japoneses, porque “esa raza de pigmeos podría atentar contra la pureza de la raza colombiana”.
¡Qué paradoja!: actualmente el pasaporte japonés es el número uno en el mundo, y hace unas semanas Japón pidió a sus nacionales no viajar a Colombia, para protegerlos de la pandemia.

Herramientas para la acción
El informe Sociedades Justas. Equidad en la salud y vida digna, contiene recomendaciones sustantivas para superar las inequidades sanitarias en las Américas. Cabe esperar que algún día nos despertemos con el reconocimiento de que estamos en una sociedad cada vez más interdependiente. Es impostergable profundizar los esfuerzos tendientes al reconocimiento, la justicia y el desarrollo de grupos como los afrodescendientes.
Hoy, la producción de información estadística desagregada permite que un país como Costa Rica tenga un plan de atención diferencial para afrontar la COVID- 19 entre su población afrodescendiente.
La adopción de medidas de acción afirmativa en Brasil, Colombia, Ecuador, Uruguay y otros países van en la dirección correcta; pueden ayudar a superar las inequidades que acusan los afrodescendientes, incluso en el ámbito de la salud.
Estas se unen a los avances de entidades intergubernamentales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y a los esfuerzos desplegados por Naciones Unidas en el marco del Decenio Internacional de los Afrodescendientes, incluido el establecimiento de un foro permanente y los avances con miras a una declaración internacional sobre los afrodescendientes.
La realidad que ha desnudado la COVID-19 muestra que los Objetivos de Desarrollo Sostenible están lejos de cumplirse para millones de personas en la región, más aún tras la pandemia. El desafío respecto de los afrodescendientes es mayor todavía.


*Consultor, exintegrante de la Comisión de la Organización Panamericana de la Salud sobre Determinantes Sociales de la Salud, fue vicepresidente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de Naciones Unidas.

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