La pandemia nos recuerda que el mundo es cada vez más pequeño, que nadie es inmune a las desigualdades y que aún existe la discriminación racial.
Acceso desigual a la salud
La COVID-19 resalta la vigencia del reporte Sociedades justas: equidad en
la salud y vida digna (2019), de la Comisión de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS). Este documento evalúa las causas de las
desigualdades y recomienda acciones para mejorar el bienestar de todas las
personas en la región sin importar su género, identidad étnica o estatus
social.
“En nuestro informe hacemos un llamamiento a la acción
para abordar las inequidades en las condiciones de la vida cotidiana a lo largo
de todo el curso de la vida, la violencia y el racismo, el clima y el
medioambiente, así como los factores estructurales de las inequidades en
materia de salud. […] ¿Puede haber un objetivo más importante que crear
condiciones propicias para que todas las personas de la región lleven una vida
digna y promover, de ese modo, la causa de la equidad en la salud?”. (p. VII)
El reporte de la Comisión se basa en dos mensajes
centrales: el mundo es cada vez más pequeño y nadie, absolutamente nadie, es
inmune a las desigualdades sociales. Las recientes crisis del ébola fueron un
campanazo muy elocuente.
Sociedades justas: equidad en la salud y vida digna tiene especial relevancia ante los efectos desproporcionados de la
pandemia entre ciertos grupos históricamente postergados por el racismo. En
especial, se destaca la discriminación contra afrodescendientes, que en las
Américas representan cerca de un tercio de la población, pero, junto con los
indígenas, son el 80 % de los pobres.
Discriminación racial estructural
En 2018 un estudio del Banco Mundial sobre la población
afro; entre otras cosas, indicaba que
“La población afrodescendiente tiene niveles
significativamente más bajos de escolaridad en la mayoría de los países. En
promedio, alrededor de 64 % de los miembros de hogares
afrodescendientes han completado la educación primaria, frente al 83 % de la población no afrodescendiente. Para niveles más altos, solo 30 % ha terminado la educación secundaria
(frente al 46 %) y 5 % ha completado la educación terciaria o más (frente al 14 %)”.
Hacemos un llamamiento a la acción para abordar las
inequidades en las condiciones de la vida cotidiana
El panorama en salud no es mejor; en efecto, los
afrodescendientes suelen tener mayor prevalencia de enfermedades con desenlaces
fatales: hipertensión, diabetes, problemas cardíacos, obesidad, anemia
falciforme y asma, entre otras. No se trata de una condición genética; sus
causas están en las variables sociales que definen el acceso a los servicios de
salud y hunden sus raíces en el racismo.
Relaciones entre salud y raza
En 2017, la OPS y el Organismo Andino de Salud
estudiaron la salud de los afrodescendientes en países andinos. Sus hallazgos
fueron preocupantes:
En el 2012, en Ecuador, los afrodescendientes
representaban el 38 % de personas con hipertensión entre los 18 y 59 años;
también tenían la mayor prevalencia de diabetes, con un 3,1 %. Hay que tener en
cuenta que en este país solo el 7 % de la población es afro.
También registraban la mayor prevalencia en anemia
falciforme, junto con los indígenas.
En Perú, las enfermedades más frecuentes en este grupo
eran la hipertensión arterial (25,3 %), problemas de colesterol (14.1 %), diabetes (6.3 %) y problemas cardiacos (6 %).
La prevalencia de sobrepeso en personas
afrocolombianas de 18 a 64 años era del 31,7 %; en los afroperuanos, del
28,4 %. La proporción de obesidad en los afroecuatorianos era del 16,8 %,
frente al 7,1 % de prevalencia nacional; en los afroperuanos correspondía al
45,1 % de la población total.
Los afrodescendientes también suelen tener menor
esperanza de vida; mayor mortalidad infantil y materna, y las más altas tasas
de homicidio y encarcelamiento. En Brasil, por ejemplo, alrededor del 80 % de
las muertes por homicidio en jóvenes corresponde a afrodescendientes. En 2018,
más de 5000 murieron a manos de la policía. Tan solo en el Estado de Río, entre
enero y agosto de 2019, los cuerpos policiales ya habían dado muerte
a 1249.
En Cali, Colombia, se estima que la proporción de las
muertes violentas de hombres entre 15 y 19 años llega hasta un 80 % de víctimas afro. Por su parte, en Estados Unidos, los afrodescendientes son más del 40 % de la población carcelaria, pese a que no son siquiera el 13 % de habitantes del país.
La COVID-19 tiene color
Como consecuencia de las disparidades en salud, la
COVID-19 está afectando de manera desproporcionada a los afrodescendientes.
Ellos suelen tener menos seguros de salud, menores ingresos y ahorros; además,
están sobrerrepresentados en el sector de los servicios personales,
disminuyendo así sus posibilidades de practicar el aislamiento.
Están obligados a realizar el trabajo duro mientras
que los demás se quedan en casa. Tales circunstancias son comunes en muchos
países; pero, gracias a la disponibilidad de información estadística, las
alarmas se han encendido en Estados Unidos; este país registra el mayor número
de muertes en el mundo. Brasil, por su parte, se consolida como el epicentro de
la pandemia, con impacto desproporcionado entre afrodescendientes e indígenas.
En algunos países de Europa la situación tampoco es favorable.
El caso de Estados Unidos
A comienzos de abril y a partir de los datos oficiales
de 38 de los 50 Estados, se constató que el número de muertes de este grupo
correspondió al 21 % del total nacional.
En algunas zonas, el número de contagios registrados
fue tres veces más alto que entre los blancos; el número de muertes, seis veces
mayor. Estas son algunas de las cifras locales:
Louisiana —con apenas un 32 % de población
afrodescendiente— registró un 70 % de víctimas de COVID-19;
Washington D.C. —con 46% de población afro— arrojó
cerca del 60 % de muertes;
En Milwaukee representan el 70 % de los muertos,
aunque sean solo el 26 % de la población;
En Michigan, 40 % de los muertos son afro, pero solo
son el 14 % de la población;
Chicago, 72 % de los muertos versus el 30 % de la
población.
El 28 de mayo, superada la barrera de las 100.000
muertes en todo el país, los afroamericanos sumaban el 23 % de fallecimientos. Así, por
ejemplo, el 45,3 % en Alabama, 47,8 % en Georgia, 28,2 % en Illinois, 54,2 % en
Louisiana, 52,3 % en Carolina del Sur y el 74,5 % en Washington, D.C.
No podemos respirar: una población desprotegida ante
la pandemia
En medio de esta pandemia, el 25 de mayo millones
perdieron el aliento al ver casi en tiempo real el asesinato de George Floyd a
manos de cuatro policías blancos.
El repudio a este acto es global, y ha sumido a
Estados Unidos en una de sus peores crisis tras las luchas contra la
segregación racial en la década de los 60, hoy atizada por corrientes de
ultraderecha que sueñan con una guerra civil.
Tiene niveles significativamente más bajos de
escolaridad en la mayoría de los países
Habrá que esperar el fin de la pandemia para conocer
sus consecuencias en todo el continente, si es que se llegan a registrar y
publicar datos desagregados de otros países donde la población afro es
significativa. Es más, Brasil —que alberga a más del 50 % de los
afrodescendiente en América Latina— se proyecta como el próximo epicentro
mundial de la pandemia; en Colombia, los habitantes del Pacífico, donde “todo
les llega tarde, hasta la muerte”, contienen la respiración mientras observan
el aumento exponencial de la pandemia sin las más mínimas condiciones para
afrontarla.
n un riesgo frente a la covid-19, en
comparación con
Profundizando el problema
La posibilidad de que muchos países impongan una
suerte de pasaporte serológico susceptible de ser controlado mediante arreglos
electrónicos nos puede hacer volver a los comienzos del siglo pasado, en pleno
auge del racismo, cuando el control migratorio lo ejercían los médicos.
En Colombia, por ejemplo, la política migratoria hasta
bien entrado el siglo XX se soportaba en la Ley 114 de 1922: “Prohíbase el
ingreso al país de aquellas personas que por sus características culturales o
biológicas pudieren atentar contra la pureza de la raza” (artículo 11). En
1928, la Junta de Médicos a cargo de velar por esta norma rechazó a migrantes
japoneses, porque “esa raza de pigmeos podría atentar contra la pureza de la
raza colombiana”.
¡Qué paradoja!: actualmente el pasaporte japonés es el
número uno en el mundo, y hace unas semanas Japón pidió a sus nacionales no
viajar a Colombia, para protegerlos de la pandemia.
Herramientas para la acción
El informe Sociedades Justas. Equidad en la
salud y vida digna, contiene recomendaciones sustantivas para superar las
inequidades sanitarias en las Américas. Cabe esperar que algún día nos
despertemos con el reconocimiento de que estamos en una sociedad cada vez más
interdependiente. Es impostergable profundizar los esfuerzos tendientes al
reconocimiento, la justicia y el desarrollo de grupos como los
afrodescendientes.
Hoy, la producción de información estadística
desagregada permite que un país como Costa Rica tenga un plan de atención
diferencial para afrontar la COVID- 19 entre su población afrodescendiente.
La adopción de medidas de acción afirmativa en Brasil,
Colombia, Ecuador, Uruguay y otros países van en la dirección correcta; pueden
ayudar a superar las inequidades que acusan los afrodescendientes, incluso en
el ámbito de la salud.
Estas se unen a los avances de entidades
intergubernamentales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo, y a los esfuerzos desplegados por Naciones Unidas en el marco del
Decenio Internacional de los Afrodescendientes, incluido el establecimiento de
un foro permanente y los avances con miras a una declaración internacional
sobre los afrodescendientes.
La realidad que ha desnudado la COVID-19 muestra que
los Objetivos de Desarrollo Sostenible están lejos de cumplirse para millones
de personas en la región, más aún tras la pandemia. El desafío respecto de los
afrodescendientes es mayor todavía.
*Consultor, exintegrante de la Comisión de la
Organización Panamericana de la Salud sobre Determinantes Sociales de la Salud,
fue vicepresidente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial
de Naciones Unidas.
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